La medalla milagrosa, explicada
También en la parte delantera de la medalla, sus pies reposan sobre una media esfera que representa a la Tierra, y están aplastando la cabeza de una serpiente. Esto nos recuerda la Buena Nueva de la Primera Promesa de Dios para Salvarnos (también conocida como el «Protevangeo») contenida en Génesis 3,15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón”.
Para los judíos y los cristianos, la serpiente personifica a Satanás y a las fuerzas del mal. María nos llama a entrar con ella en el amor sacrificial de Dios en el mundo, que se opone al materialismo del mundo. Esto requiere la verdadera gracia de la conversión que los cristianos deben pedir a María.
Las manos de la Santísima Virgen están abiertas y de sus dedos surgen rayos de luz. María explicó a Catalina que estas luces representan las gracias dadas a los que las piden, un indicio de que la gracia de Dios fluye a través de la Santísima Virgen María hacia nosotros, no muy diferente de la gracia que encarnó a Jesucristo en ella.
Hay dos corazones en el fondo de la medalla: uno rodeado por la corona de espinas, y el otro atravesado por una espada. El corazón coronado de espinas es el Sagrado Corazón de Jesús. Representa su amor apasionado por la humanidad. El corazón traspasado por una espada es el Inmaculado Corazón de María, su Madre. Recuerda la profecía de Simeón el día que María y José presentaron a Jesús en el templo. Estos dos corazones, representados uno al lado del otro, indican que la vida de María es de intimidad con Jesús.
Por último, doce estrellas se hallan en el reverso de la medalla, alrededor de su borde. Pueden representar dos entidades: a las doce tribus de Israel (enlazando el Antiguo Testamento con la medalla); y a los doce apóstoles, que fundaron la Iglesia. Pertenecer a la Iglesia es amar a Cristo y participar en su pasión por la salvación del mundo. Cada bautizado es invitado a tomar parte de la misión de Cristo, uniendo su corazón a los corazones de Jesús y María. La medalla nos llama a elegir, al igual que Cristo y María, el camino del amor anuestros enemigos, hasta el sacrificio total de uno mismo.